jueves, 21 de febrero de 2008

ya casi, casi

"El Norte" A 160 Km/h, como se puede obervar, es una imagen muy descriptiva.
El Parque Eólico La Venta I
Vista por detrás de La Venta donde se instalará La Venta IV
Dos mujeres de La Venta declarando a la prensa por qué están tan cabreadas con la CFE, justo antes de la marcha en protesta por los terrenos expropiados...¡se oye, se siente, zapata está presente!
La playa de El Cangrejo, a orillas del pacífico, cerca de Salina Cruz



La vuelta a la civilización fue gradual: pequeñas dosis en aumento de europeísmo, mala uva, impersonalidad y ruido. Antes de irnos prometimos volver. Hicimos una ronda de despedida que nos llevó dos días, para asegurarnos que no íbamos a olvidarnos de darle las gracias a nadie. Nos despedimos de Pedro, que nos invitó a comer un plato exquisito en su (pobre) casa. Lo cocinó su madre, que apenas hablaba español y se vestía de pura juchiteca. Pedro se fue casi llorando. Nosotros, también. Él es un señor muy sensible que aún tiene la esperanza (tal vez no infundada) de que algún día aprenderé zapoteco. Nos despedimos de los revolucionarios de radio Totopo, que nos permitieron ordeñar sus archivos musicales por el bien del documental, de C. “el Tigre”, el joven comunicador audiovisual licenciado por los zapatistas que vive exclusivamente para defender su tierra y su idioma (ser un revolucionario a veces es duro, dice cuando rechaza una cerveza). Nos despedimos de B. y R., que saben como manipular los medios por el bien de la lucha social, y que creyeron manipularnos, pero no lo hicieron, y de E., el hacedor de películas de la zona, y de radio La Ventosa y los que allí nos ayudaron, que me ofrecieron un puesto permanente de corresponsal y colaboradora en España (¿pueden creérselo?), y pienso hacerlo, ni que sea para seguir chingando a los caciques locales que se piensan que pueden dominar el mundo hasta el fin de los tiempos. Y de Ceci y su marido Leo, de ellos también nos despedimos, y de A., ¡claro!, y de su hermana L., y de el señor Chente cuyos hijos migrantes habían venido desde Los Angeles solo para celebrar su cumpleaños con él (recuerden todos: viaje clandestino a estados unidos=3000 dolares=peligro de muerte). El shunko de Chente (su hijo pequeño) tiene novia en EEUU, y dos hijos con ella, y le está pagando la carrera de enfermería a ella. Es un chavo tranquilo y dulce aunque de lejos no lo parece porque lleva tatuados los nombres de su madre y sus hijos en la espalda y los brazos a la moda latina. A el no le gustan los EEUU (a nadie, parece, le gustan) pero ya tiene hijos y chica allí: ¿qué puede hacer? Y su chava se aburre en La Vente porque no hay centros comerciales. Le gusta más el rancho de su padre pero la suerte ya está echada y le tocará estar de “ilegal” hasta…¿Cuándo?. Su hermano mayor, O., no tiene novia ni ataduras y aprovechó para interrogarnos a fondo sobre la situación en España. Al fin y al cabo el euro vale más que el dólar y el viaje a España es más barato y se hace cómodamente en avión. Tal vez se venga a España, para estar de ilegal, mejor irse a donde le traten mejor y hablen el mismo idioma. Tal vez O. sea el primer mexicano en cambiar los EEUU por Europa y nosotros inauguremos la primera red de ilegales mexicanos. Nos despedimos de doña Adela. Doña Adela vive en una casa sin suelo y sin puertas pero me regaló unos collares de conchas y un espejito dentro del cual venía su dirección, para que le escribamos. Es curandera, enfermera, partera, revolucionaria y sobre todo sabia, pero no le cobra a nadie por curar ni por levantar partos. Además de enseñarnos cómo hacer para que a los perros les vuelva a crecer el pelo, me enseñó a curar el dolor de estómago haciendo infusiones con nido de avispas, cómo curar los pulmones con vasos de leche cruda y a curar el cáncer con infusiones de cebadilla. Y varias cosas más que no fui capaz de retener a causa de los extraños nombres de las plantas de aquí. Ella es valiente, cree en Dios pero no en ninguna iglesia, entretiene sus pocos ocios comparando diversas biblias de diversas religiones y aprovechó el mercadillo de libros para comprarse un libro de recetas chinas. También me regaló un librito de usos y aplicaciones de las plantas medicinales mexicanas. Sus hijos están en EEUU y se fueron, como todos, sin su permiso. Ahora su shunko, le dicen, ha caído en las drogas y duerme en la calle. Doña Adela, me contaba, no podía dormir de preocupación. Su shunko quiere regresar a casa, pero no le dejan, porque cada vez que te agarra la policía sin papeles te ponen una multa de miles de dólares, y hasta que no la acabes de pagar no te dejan volver. Doña Adela quiere ir a buscar a su shunko, aunque tenga que ir a pie a California, pero ¿saben qué? Los mexicanos no pueden entrar en EEUU, tampoco las madres que quieren ir a rescatar a sus hijos, no hay visado para pobres. Me dice Doña Adela que va a ir al DF, ni que tenga que ir andando o empeñar su casa, a hablar con alguna ong, o, ni que sea, a rogar a los pies al presidente para que le devuelva a su hijo. Yo la creo: no es una mujer que se quede de brazos cruzados. Ya fue una vez a hablar con un presidente, no le da miedo nadie. Pero ¿qué puede hacer ahora? Imaginen eso. ¿Por qué no puede ir una madre mexicana a buscar a su hijo? ¿Por qué una madre estadounidense si puede ir a buscar a su hijo a mexico? Nos fuimos medio llorando. Gente tan buena, que no tiene nada, que lo da todo, y un empresario diría (dice): no se fíe, es que algo querrán.

En el curvoso camino, carreteras inacabables, pobres, muchos pobres. Llegamos al oasis de Mazunte, playa hippy invadida por europeos pero (aún) hermosamente conservada. Por el camino, iguanas, culebras, pájaros de todos los colores, y siempre un penetrante olor como de hierbabuena que entra por las ventanillas del coche, dice Marcos, ¡cuál hierbabuena! Eso es marihuana fresca. Marihuana en todo México, invisible, escondida en las inaccesibles e interminables sierras que cruzan el país y tanto dificultan el transporte. Toneladas y toneladas de droga con destino a EEUU, el mayor consumidor de droga del mundo. Un campesino gana 2000 pesos por tonelada de sorgo cultivada, 7000 pesos por tonelada de ajonjolí. ¿Cuánto ganará por tonelada de marihuana? Seguramente más, mucho más. En El Porvenir, el pueblo del lado de la sierra, a 15 minutos de la Venta, nos dicen, cultivan marihuana. Nos ofrecen ir a ver los campos, si queremos (declinamos, ya tenemos bastantes ocupaciones para ponernos a investigar el cultivo de drogas). Tal vez otro año. Mexico, dominado por el narcotráfico, ¡el narcotráfico, cuidado, que viene el narcotráfico! Innumerables retenes del ejército revisan coches en las carreteras. A veces nos paran, la mayoría de las veces no. Una vez nos hicieron bajarnos a todos del coche (con padres de Marcos incluídos) en busca de armas. Otra vez intentaron revisar el maletero en busca de drogas…pero al ver el desmadre de maletas que traíamos lo dejaron correr. La mayor exportación de México es el petróleo. La mayor exportación de Holanda son las drogas de diseño. ¿Pero osaría alguien sugerir siquiera que Holanda es un país controlado por el narcotráfico? Tras pasar un retén militar, vemos lo que nos parece una bolsa rellena de polvo blanco en mitad de la carretera. ¿Será, no será, un paquete de cocaína lanzado apresuradamente antes de llegar al retén? Qué paranoia en este país donde la democracia es solo un disfraz televisivo y el narco una mera excusa para acojonar a la gente.

Nos vamos de Mazunte. Allí he visto una puesta de sol sobre el mar y una ballena, o lo que parecía el lomo de una ballena, al fondo de la bahía. No me quiero ir de Mazunte. Hasta he agarrado algo de color y he perdido algo de mi legendaria palidez. Llegamos a Acapulco: es una ciudad horrible, exactamente como me la imaginaba. En el fondo me recuerda mucho a Barcelona: un gran complejo turístico atrapado entre el mar y la montaña. Si entrecierras los ojos y omites el obvio verdor tropical de las palmeras, casi te da la impresión de que estás entrando a Barcelona por el 22@. Casi. Con el mar del mismo lado. Un túnel atraviesa la montaña de Acapulco para evitarle al turista la visión del los suburbios de la montaña. Es el primer túnel que he visto en México, pero no el último. En la super autopista que une Acapulco con el DF, tengo ocasión de ver varios más. La autopista es gigantesca, una pista de rally que permite acelerar al máximo sin ningún problema. Hay varios puentes colgantes para salvar las montañas. Paramos en Cuernavaca a tomarnos un licuado y de vuelta al estrés del distrito federal. Marcos está neura: aún se tiene que renovar el pasaporte y el trámite se ha complicado. Yo estoy mustia. Más me hubiera valido quedarme en el Istmo y ayudarles a montar una estación de televisión local, en vez de volver a un lugar donde tendré que arrastrarme de rodillas para conseguir un trabajo de mierda. Amén y hasta pronto.

p.d. pero a pesar de toda la desilusion que me provoca siquiera rozar el negro tema economico, laboral, viviendistíco, artistico, etc, etc, etc, estoy contenta de volver, también. Es mi casa! ( i com a casa, enlloc?)

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